LA NORMA
Las normas, cuya transitoriedad pregona sus
limitaciones temporales, forman parte de la cultura y pueden ser conocidas
exhaustivamente.
Empero, tienen una manera muy propia de existir
que consiste en postular un "deber ser", mediante la prescripción –
ordenar, determinar algo - de acciones y omisiones – Abstención de hacer algo o
decir algo -. Estas imposiciones que fluyen de ella, las caracterizan
básicamente. Su esencia es el imperativo con que se enfrentan al hombre
requiriéndole ajuste sus actos a esquemas de conducta, predeterminados por
ellas, y consecuentemente sirven también para juzgar de la conducta obediente o
renuente a sus mandatos.
La exigencia contenida en la norma,
concisamente es su "deber ser", parangonaremos – Hacer comparación
una cosa con otra, justificar - con el "ser". Tal propósito nos
depara un momento culminante.
Enfrentamos la incógnita mayúscula del hombre y
de la filosofía. Abrimos un interrogante sin respuesta:
QUE ES EL SER?
El ser es infinito, sin límites, inconmensurable
– No puede medirse - su idea cubre la
máxima y total extensión en más vasta acepción de la palabra. Y porque el ser abarca
todo, sin dejar residuo alguno, en principio es indefinible, pues, toda
definición, para determinar con exactitud su objeto, necesariamente, lo
delimita y aísla de los demás[1] y aquí se da el caso singular de que "lo demás" también
es el "ser". Circunscribirlo es una operación verdaderamente
inconcebible: el ser es todo, y todo cae dentro del ser. Por consiguiente, a
falta de otro concepto inclusivo que contenga el ser, el método definitorio del
género próximo y la diferencia específica, es impracticable.
El intento de explicar al ser por la
enumeración de sus inagotables caracteres, uno tras otro, no es hacedero porque
como género supremo, en verdad, carece de notas distintivas y, en consecuencia,
de él puede predicarse todo, absolutamente todo, lo que, paradójicamente,
equivale a no enunciar nada[2].
Una vía de aproximación es el circunloquio
sugestivo: el ser abarca todo, lo conocido y lo no conocido, lo actual y lo
posible, lo concreto y lo abstracto (ser ideal), lo inmediato y lo ignoto, lo
transitorio y lo eterno.
Sin embargo, no carecemos por entero de alguna
noción del ser. Aunque indefinible, trabamos contacto directo con él.
Además de percibir la presencia con que los
objetos externos delatan su existencia, cada uno de nosotros en una intuición introspectiva
y radical se siente así mismo como algo, algo que es, como un ser, y postula y
confirma su existencia al decir: "yo soy". El ser lo llevamos en
nosotros.
EL DEBER
También el "deber" es una idea
renuente a la determinación conceptual. Rebasa cualquier intento de encerrarla
en una definición.[3]
Nuestra conciencia capta intuitivamente los
deberes, cada uno de los cuales al ser apropiado implica la exigencia
inexcusable de su realización en la conducta humana. Esta impulsión apremiante
hacia su efectividad en obras, expresan los términos "deben ser".
Nuestra vivencia interna nos persuade de cuan
reatados estamos a ciertas reglas de conducta obligatoria: cuando una persona
nos solicita un falso testimonio, la petición choca con nuestra conciencia,
vale decir, con una actitud previa que nos impone la veracidad. Así tenemos
experiencia íntima del "deber ser" veraces.
"Lo que es característico de la
experiencia del deber es, precisamente, que aprehendemos en ella un impulso a
la acción, que se presenta como una demanda independiente de todo lo que
nuestros deseos, inclinaciones e intereses nos sugieren"[4].
SER Y DEBER SER
EN LA INTERACCION DEL HOMBRE
De esta manera, aunque indefinibles, el
"ser" y el "deber ser" no son ignorados completamente. Un
instantáneo movimiento intuitivo nos pone en contacto con ellos. Todos, en un
modo u otro, nos sentimos partícipes en el ser y obligados a actuar o
inhibirnos en situaciones específicas.
Estas dos categorías "ser" y
"deber ser", son primarias porque cada una constituye el fundamento
de estructuras completamente diversas, la una de todo lo que es -del ser real e
ideal-y la otra del orden normativo con sus imperativos que se traducen en
deberes u obligaciones.
Desde el punto de vista lógico son
independientes e irreductibles: del "ser" no se puede inferir
válidamente el "deber ser", ni viceversa.
Dadas ciertas condiciones, de lo que
"es" concluimos que algo "será" en el futuro, pero no cómo
"debe ser"; por ejemplo, verificamos que en el pasado, próximo y
lejano, algunos hombres victimaron a otros, y esto nos lleva a pensar,
coherentemente, que en el futuro, mientras no cambien los factores sociales y
humanos, habrá homicidios; pero no podemos sentar que el hombre o todos los
hombres "deben ser" homicidas[5].
Tampoco del "deber ser" se puede
deducir correctamente el "ser"; por ejemplo, partiendo de la norma
"el hombre debe ser bueno" es inaceptable enunciar que el género
humano, sin exceptuar a nadie, es bueno; correlativamente, un "deben
ser" que nunca fue del todo obedecido, pese a su reiterada violación,
afirma incólume la obligación de cumplir lo: "no matarás".
A este respecto, fuera del plano lógico, cabe
recordar que el hombre, como realizador de valores, tiene el privilegio de
convertir un deber concreto en auténtica realidad: admite la asistencia como un
deber de la amistad y en aras de ella protege al amigo desvalido.[1]
[2] Manuel García Morente: Lecciones Preliminares de
Filosofía, págs. 50, 51 y 52. A. Pescador, Ontología, págs. 18 y 19.
[3] "Si se pregunta a la ciencia la definición
del deber considerado como el valor absoluto deberá limitarse a responder: Tú
debes lo que debes'. Esta tautología a la cual se ha dado formas variadas y
disfraces laboriosos, aplica el principio de identidad, dado que se limita a la
comprobación de que el bien es el bien y no el mal, que lo justo es lo justo y
no injusto, que A es A y no, no - A". Hans Kelsen, Teoría Pura del Derecho
(traducción de la edición francesa de 1953 de Moisés Nilve), 11a. ed., Eudeba,
Buenos Aires, 1973, pág. 61.
[5] "Cuando un hecho se da en la realidad
natural, de ello no resulta que debe existir o no. Del hecho de que los peces
grandes se coman a los pequeños no es posible deducir que su conducta es buena
o mala. Ningún razonamiento lógico permite pasar de lo que es a lo que debe
ser, de la realidad natural al valor moral o jurídico" Hans Kelsen, ob.
cit, pág. 105.
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